[forum-prof] Crise do rankeamento das universidades Renato colocar no blog

JOSE RIBAS VIEIRA jribas at puc-rio.br
Sun May 1 10:33:55 BRT 2011


> ELPAIS. Opinión 5 de 14 en Opinión  anterior siguiente  TRIBUNA: JOSÉ LUIS
> PARDO
> No me hables de Oxford
> Los cacareados 'rankings' de universidades son como las listas de éxitos
> populares. Pero la excelencia no es lo mismo. Los criterios de evaluación
> basados en la rentabilidad son toda una amenaza
> JOSÉ LUIS PARDO 01/05/2011
>
>
>
> Por si fuera necesario, confieso de entrada mi admiración por
> universidades como las de Harvard, Yale, Cambridge, Oxford, Berkeley,
> París y otras, y añado que no solamente no tengo (ni he conocido a nadie
> que tenga) reparo alguno en que las universidades españolas se parezcan a
> las de esa lista, sino que estaría encantado de que así fuera, como
> también me gustaría que España se pareciera en muchos otros indicadores a
> los países en donde residen esas instituciones.
>
> La noticia en otros webs
> webs en español
> en otros idiomas
> Se pretende sustituir las universidades por "centros de producción del
> conocimiento"
>
> Da vergüenza juzgar a Pitágoras, Galileo o la teoría de la relatividad por
> su 'competitividad'
> Sin embargo, y por desgracia, a pesar de que el logro de este parecido fue
> una de las coartadas para su implantación, no tengo (ni he conocido a
> nadie que tenga) la impresión de que eso vaya a ocurrir con el Plan
> Bolonia -quien quiera darse un paseo por las universidades recién
> reformadas podrá ver que sus campus, incluso los nombrados "excelentes",
> siguen sin tener aún una atmósfera oxoniense, y que incluso son un poquito
> más cutres que antes y más parecidos a los patios de recreo de la ESO-;
> tampoco me parece que vaya a ser este el resultado de la aplicación de la
> burocracia delirante de las Agencias de Evaluación y del fascinante
> Estatuto del Profesorado que permitirá llegar a catedrático a base de
> ocupar puestos de gestión y con un cero en investigación (véase La
> universidad que viene: profesores por puntos, tribuna de J. A. de
> Azcárraga, en EL PAÍS del 3-3-2011). Finalmente, descreo también de que se
> vaya a alcanzar este objetivo practicando lo que el profesor José
> Montserrat, en una carta al director, llamaba acertadamente el
> "nacionalismo científico" defendido en estas mismas páginas por los
> profesores Ortín y Álvarez (No hay ciencia sin competición, EL PAÍS del
> 12-3-2011) y por todos los que nos marean con los famosos rankings de las
> mejores universidades del mundo.
>
> Y no es que yo niegue la validez de estas clasificaciones: eso sería por
> mi parte tan estúpido como dudar de la eficacia del rating de la deuda por
> parte de las agencias de calificación del riesgo financiero, cuando veo la
> eficacia con la que disminuyen mi salario todos los meses. Pero así como
> los más de 3.000 firmantes del Manifiesto de economistas aterrados (Pasos
> Perdidos, Madrid, 2011) tienen dudas de que los mercados sean los mejores
> jueces de la solvencia de los Estados, yo también albergo algunas sobre la
> imparcialidad de esas clasificaciones, que guardan con la excelencia
> científica una relación parecida a la de la lista de Los 40 Principales
> con la calidad musical: nos dicen qué es lo que más se vende (y, en ese
> sentido, lo más competitivo), pero no siempre lo más vendido es lo mejor
> -espero que se me dispense de tener que argumentar exhaustivamente esta
> afirmación, acerca de la cual puede consultarse el instructivo Adiós a la
> Universidad, de Jordi Llovet (Galaxia Gutenberg, 2011).
>
> Si nos llenan de admiración nombres como los de Oxford y Cambridge no es
> solo ni principalmente porque aparezcan en los primeros puestos de un hit
> parade del mercado del conocimiento que se publica desde hace cuatro días.
> Como señalaba Juan Rojo, para conocer la calidad de una universidad "no
> hace falta ningún formulario, ni el seguimiento del número de tutorías, ni
> el control del número de alumnos por clase. Ni siquiera hace falta usar la
> palabra Bolonia. Basta con atenerse a su prestigio científico reconocido".
> (El segundo principio de la termodinámica, EL PAÍS del 31-3-2011). Esa
> superioridad se debe, entre otras cosas, a la tradición que ha convertido
> a esas instituciones en lo que algunos llaman despectivamente "mausoleos
> de sabiduría", tradición que no hace reposar la excelencia solamente en
> llegar el primero a la meta (que no es precisamente el origen de la noción
> de "excelencia" que tan orgullosamente manejan hoy los partidarios del
> Espíritu Deportivo), sino ante todo en la autonomía del saber científico
> con respecto a los poderes económicos y políticos que siempre han tenido
> la tentación de controlar el conocimiento y de ponerlo a su servicio,
> siendo su independencia uno de los signos distintivos de las universidades
> desde que la ciencia se separó de la magia y de la teología.
>
> Y este es uno de los motivos por los que me parecen preocupantes la
> confianza en la autorregulación del mercado del conocimiento mediante la
> libre competición -una creencia sobre la cual la actual situación
> económica mundial podría arrojar al menos algunas dudas- y la pretensión
> de sustituir las viejas universidades por nuevos "centros de producción de
> conocimiento". Pues, como señala acertadamente Simon Head en su comentario
> del último enero a El capitalismo académico y la nueva economía (Johns
> Hopkins U.P., 2011) en la revista de libros de The New York Times, lo que
> amenaza la calidad y la libertad académica de las universidades (incluidas
> Oxford y Cambridge) son los procedimientos de evaluación que hacen
> depender su continuidad y su sostenibilidad de parámetros fijados en
> términos extracientíficos, concretamente de la rentabilidad en la
> producción de conocimientos que tanto defienden los patrocinadores de los
> rankings universitarios, porque en este caso se corre el peligro de que
> -solo es un ejemplo- sean las empresas farmacéuticas las que decidan la
> orientación de la investigación en química orgánica o las Consejerías de
> las comunidades autónomas quienes determinen la dirección de los estudios
> de filología clásica. Por supuesto que puede uno defender, incluso por
> motivos patrióticos, ese modelo de producción competitiva para el mercado
> del conocimiento, pero quien lo haga debe admitir claramente que comporta
> la destrucción de las universidades ilustradas modernas tal y como las
> conocemos desde el siglo XVIII, del mismo modo que algunos dicen
> -basándose en clasificaciones completamente objetivas con respecto a la
> pujanza de los llamados "países emergentes"- que la democracia resulta
> poco competitiva en una economía globalizada.
>
> En cuanto a las observaciones de psicología profunda y antropología
> fundamental sobre la esencia competitiva de la naturaleza humana con las
> que a veces se sazona esta polémica, su carácter puramente ideológico y
> vacío resalta claramente en el contraste entre la grandilocuencia de su
> retórica y la pobreza y confusión de sus argumentos (no se puede defender
> a la vez el carácter cooperativo y competitivo de la ciencia). Lejos de
> mí, en cualquier caso, la intención de minimizar el alcance del afán de
> gloria a lo largo de la historia de la humanidad: nunca faltaron guerras
> para atestiguar su inequívoca importancia. Pero si, a pesar de nuestros
> inveterados instintos bélico-deportivos, admitimos que no todo vale para
> ganar -pues el asesinato, la extorsión, el chantaje y la violencia son
> altamente competitivos y sin embargo los castigamos-, es que aceptamos que
> hay algo más importante que la competición misma, algo que es de otro
> orden que ella y a lo que ella debe someterse y que ha de limitarla, algo
> que los clásicos llamaban verdad, justicia y belleza (tres marías que, ay,
> tampoco van a salir en los rankings de la producción de conocimientos),
> algo que seguramente sigue pesando en el hecho de que, fueran cuales
> fueran los resortes psíquicos de los hombres que hicieron los
> descubrimientos correspondientes, todavía nos da un poquito de vergüenza
> decir que el teorema de Pitágoras, la ley de caída de los graves de
> Galileo o la teoría de la relatividad especial nos parecen admirables
> porque son muy competitivos.
>
> Y es que la competitividad no deja de ser una relación entre los hombres.
> La ciencia, por el contrario, es primariamente una relación con las cosas
> que, por ser irreductible a las rivalidades humanas, puede a veces servir
> para hacer una paz digna entre mortales. Pero cuando la verdad acerca de
> las cosas se subordina a las ambiciones y rivalidades de los hombres,
> aunque ello suponga éxitos económicos o políticos a corto plazo, puede
> suceder que los puentes elevados bajo ese principio se derrumben al primer
> vendaval o que los edificios erigidos sobre esa base se vengan abajo
> dejando a la intemperie a sus habitantes, a pesar de haber ocupado en las
> clasificaciones mundiales un puesto tan glorioso como el de Lehman
> Brothers unos días antes de su quiebra, porque la naturaleza acaba
> sancionando -a menudo de forma poco diplomática- la miopía, la
> irresponsabilidad y la incompetencia de ese punto de vista tan deportivo
>
>





More information about the Forum-Prof mailing list